En el momento en el que comenzamos a andar comencé a temer por mi vida. Las hojas secas bajo mis pies semejaban una gran pista de patinaje. Caminábamos a buen paso, no queríamos que se nos hiciera de noche antes de llegar al Monasterio, pero no por ello manteníamos la boca cerrada. Era mucho mejor ir hablando de cualquier tontería, escuchando los ruidos de los animales que habitaban la fraga, aun sin verlos, que ir en completo silencio escuchando como cada vez la respiración se volvía mas costosa. Tanto sillonball es lo que tiene. Tras una caminata de una hora y media aproximadamente subimos hasta el monasterio. Mas cuesta, un tanto empinada pero el lugar valió la pena. Y mucho. No me esperaba nada semejante a decir verdad. El monasterio de Caaveiro era un lugar precioso, tranquilo, y bien conservado si tenemos en cuenta sus circunstancias. Un lugar del que se cuenta una bonita leyenda que podréis escuchar a continuación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario