Ya habiamos terminado de comer la tortilla amarilla tan rica, y las truchas. Manjar de dioses me atrevería a decir, casi sin temor a equivocarme. El cielo seguía gris y encapotado, pero todo se veía mejor ahora que teníamos el estómago lleno, a pesar de que las perspectivas de caminar tanto solo me atraían a mi por la pura curiosidad de ver el monasterio de Caaveiro, y a mi madre por el ejercicio. Es decir, que las mujeres de mi familia somos las únicas sanas, o al menos lo intentamos. Ya en la carretera, mi padre puso un disco de Pink Floyd, el que tenía la que yo consideraba (y considero) como la mejor balada: "Wish you where here". Quiso la suerte, o el destino, que comenzase a sonar cuando estábamos justo por encima del puente de Pontedeume. Ya había pasado demasiado tiempo callada. Era hora de contar una historia acerca de aquel lugar.
Ir a descargar
No hay comentarios:
Publicar un comentario