martes, 31 de enero de 2012

Tarde: Señor, dame paciencia

La tarea que teníamos por delante, en especial yo, era harto difícil. Demasiado. ¿Como hacer para que un niño de 12 años te siga, te haga caso, no se intente meter por sitios peligrosos y demás? Era prácticamente imposible, y mas si el susodicho era mi querido hermano pequeño. A menudo me sorprende la bonita relación de amor-odio que mantenemos, él tirándome del pelo, yo gritándole como una energúmena, mi madre dándonos sendas collejas, y mi padre diciendo que éramos una familia de locos. Si, pintoresca escena pues, la que se nos presentaba al bajar del coche ya en las fragas del Eume. Un río caudaloso, varios puentes colgantes, un hermano con grave tendencia a empujar a la gente y una hermana, es decir yo, con un talento innato para terminar haciendo de escoba. Lo que mas me llamó la atención fue el silencio que había. Se escuchaba el correr del agua, los cantos de algunos pájaros, y se respiraba un ambiente casi mágico. No me hubiera extrañado nada que de repente apareciese un hada revoloteando aquí y allá. Dejamos el coche en la primera explanada y comenzamos a andar por la carretera, hasta llegar a uno de los puentes colgantes. He ahí el problema mas grave. No me fiaba un pelo de esa madera, aunque fuera fuerte, así como no me fiaba de que mi hermano no fuera a pasar corriendo para llegar al otro lado. Si, tengo un pequeño miedo a las alturas, pero eso no me impidió sacar mas fotos desde allí arriba, y menos una vez pusimos los pies en la tierra todos, para comenzar la caminata hasta el monasterio de Caaveiro.

Orilla izquierda, por la que hay rutas de senderismo.

Rio Eume

Rio Eume


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