domingo, 8 de enero de 2012
Mañana: El espagat involuntario
Al abrir un ojo por culpa del grito de mi hermano vi que estabamos en lo alto de una loma, la carretera bajaba hasta lo que parecá ser la ciudad de Betanzos, conocida por mi persona básicamente por albergar el domicilio de una ex-compañera de clase y por su globo. Ni me la imaginaba tan chiquitita ni con tantos problemas para aparcar. No me malinterpretéis, no es que no hubiera sitios suficientes para hacerlo, simplemente que el tanque que tenemos por coche no entraba en ellos. Al final, terminamos estacionando delante de un pequeño parque infantil, subiendo la cuesta situada a su derecha, para llegar a lo que parecía la plaza central de Betanzos.
Se puede observar que el día no era precisamente el ideal para dar un paseo por las calles de ningún lado en realidad, no es porque fuera Betanzos. Al final, conseguí dejar de un lado el miedo que me producía las cosas húmedas, inclinadas y por las que podía resbalar, seguí a mi familia por una cuesta situada a la izquierda de esa pequeña pérgola, en la que había un nacimiento. Seguro que cuando lo iluminaran quedaría precioso, pues estaba formado tan solo por luces. Mientras subía con cuidado la cuesta pensaba en lo bonito que tendría que ser una especie de concierto de música, casi sin quererlo empecé a divagar y a tararear, con la consiguiente distracción de mi mente con el consiguiente suceso gracioso del día, al menos para mi familia: Estaba tan metida en mi mundo que pisé mal y resbalé, haciendo casi un espagat con el que casi creí que me rompía. Como siguiera asi la mañana, iba a pasarlo muy bien, nótese la ironía.
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