Lo cierto es que el lugar tenía mucho encanto, las calles estaban prácticamente vacías y el aire olía bien, no a sucio, ni a ría, ni a coche ni a nada que se le pareciera. Igual que Blanco y Stradivarius huelen igual en cualquier parte del mundo se me ocurrió pensar que cada ciudad, cada pequeño pueblecito tenía su propio olor. No sería nada extraño ni fuera de lo corriente, muchas veces a la gente le llegaba un olor y sonreían tontamente, yo incluida ¿Porqué? Porque nos recordaban cosas que nos habían gustado en nuestro momento. A decir verdad y a pesar del resbalón estos dos días podían ser interesantes. De pronto me fijé en algo mas, encima de una tienda pintada de un color verde pálido ¿Que narices era eso blanco?
Un caballo, eso es lo que era. Tanto mi madre como yo nos quedamos mirándolo "Tiene cara de mala leche" yo asentí y le respondí "A mi no me haría gracia que después de cortarme a cabeza me exhibieran junto a batas de señora mayor, que quieres que te diga" Comenzamos a reirnos y seguimos subiendo la cuesta, la que los hombres de a familia ya habían subido.
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