martes, 31 de enero de 2012

Tarde: Hadas, hadas everywhere

Terminamos yendo a buen paso de vuelta al coche. Hacía frío, estábamos cansados y sin embargo una sonrisa de satisfacción asomaba a nuestras caras. Las hadas de la felicidad parecían estar haciendo un gran trabajo con nosotros. Ni yo me mostraba tan borde, ni mi hermano tan pesado, ni siquiera mi padre protestaba por nada, y mi madre no paraba de reírse. Podría ser cierto que era un lugar mágico, igual que toda Galicia. Mágica en costumbres, mágica en su gente, mágica en las transformaciones que tan solo un día expuesta a sus encantos había conseguido. Aquel lugar era hermoso como toda mi tierra, aunque me empeñase en no querer verlo a diario lo cierto es que tenía suerte de haber nacido en Galicia.



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